Un artículo de la crítica de arte Avelina Lésper publicado en número dos de El Gran Vidrio.
I am one half, the other half is the public.
Elvis
Presley.
En
New York se inventa la actualidad del arte. En pocos lugares la gente, el
público y los artistas están plenamente conscientes de lo que es ser nuevo,
joven y diferente. Es una apuesta en la que la mayoría pierde la vida, se le
escapa sin que conozca el milagro accidental de la fama. ¿Por qué si todos
hacen prácticamente lo mismo unos son súper estrellas y otros no? Entre no
tener para pagar la renta y pertenecer a la galería de Mary Boone y exponer en
el New Museum, hay un abismo que lleva al suicidio. Ese es el misterio. Poner
en esta ciudad un letrero que diga “Please, don’t take me into a gallery” o
“Please, don’t take me into a museum” es una declaración de principios y es un
acto terrorista de protesta.
El arte está saturado de cosas que
podrían estar en la basura, así que por eso decidimos Eko y yo no hacerlo en la
oscuridad, si el artista hace arte de todo lo que toca, esta pegatina reafirma
el estatus de basura, se la arrebata al artista, al museo y a la galería.
El primer día colocamos las pegatinas
en el Upper West Side, que es en donde vivimos cuando estamos en esta ciudad.
La basura se revaloró con el arte contemporáneo, adquirió sentido filosófico,
como este anti-arte es uno de los caprichos capitalistas, es lógica su
obsesión, viven en países extra limpios, si los conceptuales vivieran en el
tercer mundo real y no tuvieran alma de pequeños burgueses, no tendrían esa
fijación por los deshechos que les heredó Joseph Beuys como una sífilis
intelectual. En el tercer mundo que vivimos de la imitación, esto se copia
aunque pierda el sentido original.
Buscar basura en New York no es
sencillo, el “gobernador-rey”, el city
mayor Michael Bloomberg, tiene a la ciudad impecable, no hay basura
tirada en la calle, es basura ordenada, clasificada, es basura limpia. Así que
aprovechábamos antes de que pasara el camión de limpieza para colocar las
pegatinas.
En el Upper West la gente se jacta
de ser moderna y culta, se detenían y observaban, unos reían y otros se
ofendían ante la propuesta. En Chelsea, el área de la galerías, colocamos
varias, la protesta se integró a dos levantamientos de imagen que sucedían al
mismo tiempo, en uno, para una revista de moda, una chica desnuda maquillada
con bodypainting se colgaba y
contorsionaba en los tubos de la fachada en reparación del edifico de la tienda
de Comme des Garçons, en otro, una
pareja de modelos hombre y mujer, delgadísimos y con rostros de preferir las
sustancias a los alimentos, se besaban. Pusimos una pegatina en el poste y el
muro de protección, y la fotógrafa nos impidió tomar la foto con un inglés
medio serbio con buena dicción para los insultos (si yo estuviera pagando la
sesión y las sustancias, haría lo mismo). En otra estaban tres miembros de un
grupo de rock sobrevivientes de los 80 haciéndose la foto, a ellos les obsequié
una pegatina y la agradecieron con risas cómplices, su guardaespaldas nos alejó
del espacio son su presencia de 2 por 2 metros. Pusimos en los botes de basura,
postes y paredes exteriores de las galerías que venden envolturas de chicles y
ropa sucia con estatus de arte por $12,000.00. Los empleados de las galerías,
seres andróginos, altos, delgados, vestidos de negro y con aire de every body want to be us, salían para
asegurase de que no pegáramos nada en sus inmensos ventanales. Un artista que
terminaba su obra, golpeando con un martillo una placa de metal en la banqueta
de Stux Gallery, entró y dejó varias piezas tiradas en el suelo, dejamos una
pegatina encima de su work in progress,
esperando que entendiera la crítica. Un conserje rumano ponía bolsas de basura
en un contenedor, cuando tomamos la foto gritó que sólo eso faltaba, gente
fotografiando la basura. Go to Rumania
man! There is the real trash! Entonces salió de la galería una señora con grooming de 400 dlls y zapatos dorados
de Jimmy Choo, que antes eran de prostituta o travesti y hoy son de millonaria,
y nos dijo que nos alejáramos o llamaba a la policía. Cruzamos la calle, había
una inauguración con coctel, cámaras de televisión y gente con actitud de I’m a genius, las obras eran catálogos
rotos de artistas de los 70, fotos manchadas con agua, pilas de directorios
telefónicos. Lo mejor fueron las caipiriñas y el dj.
Tomamos fotos y dejamos una pegatina
en una señal de transito rota, un tipo con tenis de Hermes y pinta de soy
famoso la trató de quitar, le regalamos una y nos marchamos en dirección a la
galería de Larry Gagosian -aka Larry
Gaga-, ahí no pegamos, sus agentes de seguridad tienen antecedentes de usar la
fuerza con todos los que no sean clientes. Al día siguiente a la salida de la
intensa sesión de yoga en el āśram de
Dharma Mittra en la 23 st., había un coche chocado, cosa rara en esta ciudad,
decoramos su dramático aspecto con varias pegatinas para recontextualizarlo. Ya
no es el detritus de una noche de pastillas, es una protesta al arte actual.
Una pareja se puso a tomar fotos con su teléfono.
Al día siguiente que regresamos a la
clase de yoga, las pegatinas estaban medio rotas, como si las hubieran querido
desprender, así que las renovamos y un mensajero en bicicleta se detuvo y nos
pidió una. Este rastro se diluyó en una ciudad en la que nadie es necesario, en
la que el arte es una nueva forma de consumo de lujo y una moda. “An
artist is somebody who produces things that people don't need to have”, Andy
Warhol.
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