6.5.11

Pop | Libros

   

La verdad sobre mis amigos imaginarios, Adriana Azucena Rodríguez
La Escritura Invisible, Editorial Terracota, (México, 2009).

Especulación, parodia, alegoría, ruptura y continuidad enmarcan la seducción de la narrativa en La verdad sobre mis amigos imaginarios, antología de breves relatos que transitan entre lo fantástico y lo maravilloso. A través de una colección que pretende dar a conocer obras de calidad, la editorial Terracota presenta la voz joven de Adriana Azucena Rodríguez.
Los  rasgos más sobresalientes en esta antología de título provocativo resultan el encuentro entre temas de actualidad con la mejor tradición  hispanoamericana y la marcada preocupación crítica acerca del ámbito literario. En  textos como “Desaparecidos” y el bien logrado relato “Elvira, la noche”, la autora presenta una propuesta moderna en la que se desvanecen límites genéricos; o en “Había una segunda vez” y “El ratón de los dientes” en donde se  recurre a la parodia de lo más familiar del repertorio maravilloso. El trabajo de esta autora es manifiesto de un oficio literario que promete todavía el hallazgo de sus mejores registros.
Sol Vital

Elogio de la Irreligión, John Allen Paulos
Matemas, Tusquets Editores (México, 2009)

Bajo un subtítulo que no deja dudas sobre su contenido: Un matemático explica por qué los argumentos a favor de la existencia de Dios, sencillamente, no se sostienen, Tusquets nos trae este libro de deliciosa lectura, donde Allen Paulos, frecuente escritor en esta colección, hace un análisis de doce argumentos que bien podrían sintetizar los intentos hasta hoy registrados en la filosofía y la teología sobre la existencia de Dios.
            Más allá de ser un divertimento de-constructivo que se empeñe en atacar los fácilmente cuestionables malabares teológicos, el autor nos lleva de la mano por una implacable reflexión sobre la necesidad del hombre de no sentirse solo, y encontrar “milagros” y anomalías donde no los hay, perdiéndose, al tiempo, de milagros (acontecimientos que merecen asombro) menos metafísicos.
            Un grato recorrido donde se aborda la casualidad, el azar, la matemática y la lógica, que tiene como fin último no darle argumentos lógicos al ya descreído, ni confrontar al teísta, tanto como reflexionar sobre la imperante necesidad de construir una sociedad desvinculada de creencias religiosas que no fortalecen la ética que los tiempos modernos urgen.
Alejandro Zúñiga

La naturaleza humana: justicia versus poder. Un debate, Noam Chomsky Michael Foucault
Discusiones, Katz Editores (Argentina, 2006)

¿Poseemos algo en común que nos permita reconocernos como seres humanos? Con esta muy sugestiva cuestión Fons Elders, dio inicio en 1971 a un ejercicio de comunicación entre dos de los más connotados pensadores de nuestros tiempos. Noam Chomsky (Filadelfia, Estados Unidos, 1928) y Michael Foucault (Poitiers, Francia, 1926- París, 1984) debatieron en el marco del International Philosophers Project. La legendaria confrontación ha sido puesta por escrito.
 Si bien la tecnología puso a nuestro alcance la imagen original,  nos es posible ya leer, marcar, pensar una y otra vez las disquisiciones de Chomsky y Foucault bajo un título que refleja, aun en su aparente sencillez, la profundidad del tema objeto del debate. El texto se distribuye en las dos fases que tuvo el ejercicio: exposición filosófica y divergencia política. Los protagonistas se confirman igualmente preocupados y comprometidos con la filosofía y la política para después mostrar la discordancia en la dirección de sus ideas. Chomsky, anarcosindicalista,  finca sobre las ideas de “crear la visión de una sociedad futura donde impere la justicia” y potenciar al máximo los instintos humanos de bien,  mientras que  Foucault comienza por deconstruir la idea de la mismísima democracia.
Se trata de un documento de sorprendente pertinencia cuando nos acercamos cada vez más a un punto en el que la información se produce en inconmensurables proporciones y fluye de manera permanente, se vuelve entonces esencial la formación y puesta en práctica del discernimiento, este libro nos lleva  por el camino de la argumentación y del  magistral uso de la dialéctica.
Sol Vital

Pop | Música

Hardcore Will Never Die, But You Will de Mogwai / SELLO: SUB POP

Para suerte de quienes no han seguido su carrera, Mogwai nunca ha estado más accesible que en este su séptimo álbum de estudio. Por suerte para quienes lo hemos escuchado a lo largo de estos 13 años y 7 álbumes de estudio, Mogwai se encuentra en la cima de su siempre evolutiva discografía.
Mostrando su virtuosismo instrumental y su capacidad de entretener utilizando solamente sus instrumentos, este quinteto de Glascow toma una ruta ecléctica para armar el disco, conjuntando canciones con vocales recordando los tiempos de Mr. Beast,  mezclando tracks que se basan en crescendos instrumentales como en el debut Young Team, sin olvidar la fuerza y velocidad de las canciones más breves de The Hawk is Howling; podría parecer que es un disco derivativo, pero Mogwai se las ha ingeniado para ser divergente de sus trabajos anteriores, suenan maduros y a la vez más ligeros, creando composiciones accesibles donde solamente tres de las pistas sobrepasan los seis minutos, siendo casi imperceptible cuando escuchas el disco en su totalidad. Hardcore Will Never Die, But You Will es Mogwai reinventándose utilizando lo que ellos mismos han creado a lo largo de los años.
Jesús Gutiérrez

Body Talk de Robyn / SELLO: CHERRYTREE 

Si el puesto de reina del pop se ganara con trabajo musical, la cantautora sueca Robyn hubiese reclamado el trono en el 2010 lanzando los 3 EP’s que conformarían Body Talk. Combinando la euforia de la escena dance europea con pop plástico, baladas de corazones rotos con experimentaciones rarísimas en letra, beats poperos, creando melodías eufóricamente pegajosas con ritmos propulsivos.
Robyn se separa del resto de sus contemporáneos creando un personaje verdaderamente tridimensional, en este disco podemos observar cada una de sus facetas, no es políticamente correcta ni tiene compromisos con nadie –“even the Vatican knows not to fuck with me” la escuchamos cantar- se considera un robot sin sentimientos creado para entretener  con una persona que siente por dentro: –“fembots have feeling too” podría ser la frase que mejor describe a Robyn-.
En sus 15 tracks, Body Talk hace más que entretener y sorprender, te deja con la duda porque la música de Robyn no es universal, es una diva en Europa pero de este lado del océano es una artista sin apoyo de las disqueras, una tristeza que la música pop requiera más que sólo música para triunfar.
J.G.

Forget de Twin Shadow / SELLO: 4AD

George Lewis Jr., AKA Twin Shadow, toma sus raíces en el new wave de los 80’s, con 26 años se inspira en sonidos de The Smiths y The Cure para ejecutar de una manera inmaculada una limitada cantidad de instrumentos –sintetizador, guitarra eléctrica y caja de ritmos- en este su disco debut. 
Las raíces del álbum sin duda se encuentran en el pasado, pero se aventura más allá de imitar un estilo establecido, se siente honesto y directo, la gran mayoría de los temas hablan del amplio tema del romance –amor prohibido, coqueteo en la pista de baile, relaciones serias-  utilizando los sonidos del pasado como una fundación los transforma  en temas refrescantes e inclusive sorprendentes, beats bailables tienen una sofisticación que se descubre a través de múltiples exposiciones, poseen una profundidad que las hace quedarse contigo; mas allá de solamente recordar un estilo establecido, la maestría con la que el disco fue realizado lo hace sonar mejor con cada vuelta. Este músico de origen dominicano logra que su coqueteos con el new wave sean solo vehículo para sus composiciones, más que ser el fondo de su música.
J.G.

Corridos Urbanos de Clorofila / SELLO: EMI

Tras varios años dentro de la escena musical electrónica como parte del Colectivo Nortec, aparece por fin en solitario Jorge Verdín mejor conocido como Clorofila y que en este 2010 ha hecho su arribo con Corridos Urbanos, álbum producido por él mismo, cuyas composiciones son de su autoría (excepto en “Arriba el Novio”).
Siguiendo la tarea de fusionar la música electrónica con la norteña y la banda, Clorofila ofrece un viaje sonoro por la ciudad de Tijuana acompañado especialmente de la tuba, trombón, bajo sexto y acordeón, aunado al “sinte” analógico con un sello particular en su exposición, lo que se puede apreciar en temas tales como “Discoteca Nacional”, “BabyRock” o la melancólica “Radio 80”. Destacan en esta propuesta, la aparición de David J de Bauhaus y la vocalista Fernanda Karolys así como algunos integrantes de la banda Agua Caliente.
Con algo de funk, Clorofila reconstruye historias de la ciudad que lo vio crecer y a la que regresa y se reencuentra consigo mismo invitando a los oyentes a dar un trip plagado de aires urbanos. Pertinente y anecdótico, Corridos Urbanos es un disco digerible y ameno para los amantes de una electrónica 100% nacional.
Sindy Maribel Bueno Gómez

Pop | Cómic

Jesús Gutiérrez

American Vampire 
Escritores: Scott Snyder & Stephen King / Artista: Rafael Albuquerque / Editorial: Vertigo 

En un tiempo donde las historias de vampiros saturan nuestra cultura pop, American Vampire se siente fresca y original, atreviéndose a ser más que una historia de antropófagos, esta novela gráfica se convierte en un recorrido por el nacimiento del Estados Unidos contemporáneo, cada uno de los arcos de este cómic ha visitado momentos históricos claves: la expansión al oeste, el surgimiento de los grandes estudios hollywoodenses, la gran depresión, la construcción de la presa Hubert y la prohibición del alcohol. Nos presentan una sociedad donde los grupos de poder detrás de estos hechos son viejos vampiros europeos, repletos de poder y dinero, moviendo las cuerdas detrás de la gestación de una nueva nación y enfrentándose a un nuevo linaje de vampiros nacido en América, con ideologías y habilidades diferentes.  Los autores han creado un viaje histórico por EUA, donde utilizan analogías de los grupos masónicos y judíos que ostentaron el poder para obsequiarnos una narración rica en fondo y forma, con sólo diez números en su haber y muchísimas distinciones a mejor serie nueva, incluyendo un nombramiento como New York Times Bestseller, parece que estamos ante el nuevo clásico de la línea para adultos de DC Comics, Vertigo.

Ex-Machina
Escritor: Bryan K. Vaughan / Artista: Tony Harris / Editorial: Wildstorm

Ex Machina ha llegado a su final después de seis años y cincuenta números, en los cuales observamos a Mitchell Hundred entrar en contacto con un artefacto que le otorga poder para hablar con cualquier maquina, electrónica o mecánica, que se encuentre cerca de él. Siguiendo el plan de Ivan “Kremlin” Tereshkov, Hundred se convierte en “The Great Machine”, el primer superhéroe en el mundo. Apenas sobreviviendo en sus inicios, salva una de las torres del WTC en los atentados del once de septiembre, con lo que adquiere una gran popularidad y decide ir por la alcaldía de NY, esperando hacer un mayor bien desde las oficinas que en su traje de superhéroe. Así comienza la historia de Ex Machina, el recuento de una alcaldía de tres años, tocando temas como el terrorismo, legalización de las drogas, abortos y matrimonios gay mientras un héroe que realmente quiere hacer el bien dirige el gobierno. Un drama político donde las buenas intenciones se convierten en malos compromisos, grandes sacrificios son hechos por un supuesto bien mayor y un héroe expuesto a la política se convierte en un títere de aquellos con más poder. Superhéroes y política, una historia imprescindible para cualquiera que guste del buen cómic.

Scott Pilgrim
Autor:  Bryan Lee O’malley / Editorial: Oni Press

A mediados del año 2004, Bryan Lee O’Malley, un canadiense de 25 años, empezó a contar la historia de Scott Pilgrim: un vago que vive en Toronto como parásito de su compañero de cuarto, Wallace, toca el bajo en una banda de bajo perfil y sale con una asiática de 17 años, hasta que conoce a Ramona Flowers, la mujer de sus sueños, decidido a estar con ella Scott Pilgrim tiene que derrotar a sus siete “ex” malvadas para quedarse con la chica. Seis años, seis volúmenes y más de 1200 páginas después la historia ha terminado, una película y un videojuego se unieron en el camino, quienes tuvimos la fortuna de encontrarnos con esta novela gráfica sentimos como nuestra voz se escuchaba entre sus páginas, nuestros recuerdos se reflejaban en los páneles y el sentir de O’Malley era el de aquellos que crecimos como sus contemporáneos. El maestro de la cultura pop, Joss Whedon, lo describe como el mejor libro existente: la crónica de nuestro tiempo donde robots, ninjas, videojuegos, música, amor, kung fu y todo aquello que define a quienes crecimos en los 80’s y 90’s.

Pop | Música

Víctor Romero

ÁLBUM: Transference / GRUPO: Spoon / DISQUERA: Arts & Crafts AÑO: 2010

La entrega de la séptima placa de Spoon no defrauda, como ya es costumbre. El oficio que da la experiencia de la banda comandada por Britt Daniel está patente en cada uno de sus tracks. Cada pieza es una prueba de la impecable cohesión de lo que la banda hace a partir de guitarras, pianos y batería.
El trío texano, que es un crisol de influencias que van desde los Kinks hasta Devo, de Elvis Costello a Pixies, tiene desde hace tiempo un sonido y estilo característico. Difícil escoger mejores las piezas, me gustan Out go the lights y Good night, Laura. Spoon ya no es una recomendación, es una garantía.

ÁLBUM: The XX / GRUPO:  The XX / DISQUERA: XL Recordings AÑO: 2009

Debut de estos jóvenes londinenses que ha causado revuelo en la escena independiente de su país. El grupo sorprende ya que supo crear y armar un álbum compacto, fino, elegante y de impecable producción con  sonido minimal.
Música de espíritu nocturno y  meditabundo, donde los silencios son parte esencial de las piezas. Ideal para escuchar a solas y a oscuras. No se trata de una obra de fácil asimilación, sino de ésas que ceden con las repeticiones. Difícilmente se le ve potencial comercial. Un grupo a seguir, vale la pena ponerles atención.

ÁLBUM: Julian Plenti is skycraper / GRUPO: Julian Plenti / DISQUERA: Arts & Crafts AÑO: 2009

Paul Banks se da un tiempo para retomar su viejo proyecto, su alter-ego Julian Plenti. El líder de Interpol trata de explorar nuevos terrenos por momentos, lo cual le da un atractivo al disco. Hay novedades en cuanto a estructuras y sonidos, siendo lo más destacable la incorporación de pianos, cuerdas e instrumentos de viento en algunas canciones.  Aunque incluye algunas que bien podrían estar en Interpol. A destacar: Only if you run, Games for day, Madrid Song y Unwind.  Un disco para rascar cielos.

5.5.11

Creación | Argentina a través de Sergio Fasola

Graciela Kartofel



Las capitales nunca son un país. Geográficamente, Argentina tiene provincias diferentes en su población, en sus tierras y en sus productos. Como todos los países, su cultura es propia y diversa. De entre las provincias destaco, para iniciar De viaje en El Gran Vidrio, a Santa Fe: su cultura del campo, su situación actual, y lo que fuera. El futuro difícilmente se presenta. Allí vive y trabaja Sergio Fasola, un artista fotógrafo y autor de técnicas mixtas que relacionan la pintura y la fotografía. En uno de sus portafolios recientes, la obra Girasoles mezcla el campo argentino y la pintura de Van Gogh. El contraste entre la realidad del campo de girasoles -que fuera tan rico en alimentos- frente a la situación del campo actual, se visualiza a través de la oposición entre el cuadro pintado y el entorno real. Si hoy en día la comunicación es una realidad, por oposición, lo recuerda la obsoleta y simbólica carreta. ¿Cuál es el futuro de este niño nacido en el campo, nacido en Argentina? En el país que fue granero del mundo, los girasoles son pintura, son fotografía, son intensa y cálida desolación amarilla. Recordar puede inspirar...

Creación | La realidad desde un bolígrafo

En A Clockwork Orange, Alex DeLarge reflexiona que, en el cine, la sangre se ve más real. Esa reflexión siempre me gustó, pues yo desde muy joven descubrí en La noche estrellada de Van Gogh y en El Guernica de Picasso, una manera insospechada de la realidad, que me impidió, para siempre, ver de la misma forma a una mujer llorando o un pletórico firmamento.
EL TRABAJO DE JUAN FRANCISCO CASAS, HACE, COMO EN EL CASO DE LA SANGRE PARA ALEX DELARGE, QUE LA REALIDAD SE VUELVA MÁS REAL. TRANSITANDO POR EL CAMINO INVERSO A LOS PINTORES ANTES MENCIONADOS, QUE NOS MUESTRAN UNA REALIDAD MÁS PROFUNDA DEFORMÁNDOLA, CASAS NO DESVELA LA REALIDAD A TRAVÉS DE UN HIPERREALISMO QUE TODO LO MAGNIFICA, Y QUE REVELA INSOSPECHADOS DETALLES QUE, DE NO ESTAR “RETRATADOS” EN SU PLUMA, PODRÍAN IRSE ANTE LOS OJOS INCAUTOS.
Un bolígrafo azul nos hace más reales las imágenes que inmortalizó una cámara fotográfica, y las vuelve más reales porque aquí, en el asombro por la técnica sin mácula de Casas, el cabello de una mujer no es una sola cosa, sino un cúmulo de cabellos individuales, donde cada uno asombra, justamente por haber sido dibujado tan exhaustivamente. Si en una fotografía un rostro empapado perdería sorpresa, aquí cada gota y cada brillo reclaman nuestra atención. Una sábana estampada a flores deviene en grato encanto cuando cada flor de ese patrón textil se muestra con pequeñísimos cambios, dibujada una a una con sumo cuidado por el artista.
El trabajo de Juan Francisco Casas viene ser el homólogo de las esculturas de Mueck, vuelto dibujo, también con proporciones gigantes, que nos hacen descubrir la naturaleza humana y observar esa realidad cotidiana (que nos permiten intuir unas fotografías yaextraordinariamente ordinarias y vivas) transformada en algo más impresionante y real que la propia realidad.
Si Cortázar nos sorprende, en el celebérrimo capítulo 7 de Rayuela, dibujando una boca que coincide con la boca de la amada, Casas nos regala una realidad que sin duda alguna, coincide magistralmente con cada uno de sus magistrales trazos. Ver más...

De viaje | Japón


Mi viaje a Japón fue muy diferente a lo que comúnmente se pensaría cuando se habla de visitar otro país: prácticamente me fui de polizón con un grupo religioso con cuyo líder acordé que, aún si yo no comulgaba con el credo del grupo (obviamente había platicado largo y tendido con él sobre mis ideas y él me sabía ateo, pero no le pareció un problema por mi forma de ser y mis ánimos para participar en sus costumbres y rituales), al aceptar el apoyo que se brindaba a los miembros para realizar el viaje estaba aceptando también ir como parte de ellos y participar en todo lo que ellos hicieran o se les pidiera.
Ya que yo participaba gustoso de todo esto (habiendo algo de otaku en mí, todo lo que me hiciera sentir que vivía uno de mis animes favoritos haciendo cosas japonesas me emocionaba, y aún hoy lo haría de nuevo) fui aceptado en el grupo y después de un tiempo de participar de las ceremonias locales llegó la fecha del viaje a Japón. Ese día pasé las veinte horas más largas de mi vida hasta el momento: malas películas en el vuelo y comida que apenas y merecía llamarse así, pero sazonado por la anticipación de ver un gran sueño hacerse realidad. Todo valió la pena al salir del avión para ver los letreros llenos de kanji en el aeropuerto de Tokio, era de noche cuando llegamos. Taxi, luces de ciudad de noche, hotel, televisión japonesa (ya no es novedad gracias a youtube) y luego de esto vino mi primer momento OMFG en Japón: los baños del hotel. No sé cómo describir eso… podría empezar por decir que en el retrete había más botones que en el control remoto de la TV (no, no estoy exagerando), uno de los cuales por cierto servía para llamar a la policía (no, no es broma) y otro de los cuales servía (cosa que aprendí de una manera muy poco amable y que resultó ser una de las muy pocas experiencias no placenteras que me traje de Japón) para realizar una profunda limpieza con chorros de agua. Salí del baño de un salto y me dispuse a dormir, excitado por el viaje a nuestro destino el día siguiente: Awaga.
No soy experto en geografía pero según recuerdo Awaga es un pequeño pueblito perdido entre las montañas que pertenece a Tenri, que a su vez pertenece a la prefectura de Nara. Awaga es pequeño y muy modesto, pero creo que ahí es justo donde radica su belleza: fue sin lugar a dudas lo mejor de mi visita a Japón, fue amor a primera vista desde que iba aún en el autobús, por ello centraré mi relato sólo en este sitio de los que visité.
Saliendo del hotel hubo pocas paradas en el camino, en tiendas de carretera que venden recuerditos y demás. Todos los del grupo, que éramos, según recuerdo, once personas, bromeábamos y nos divertíamos con todo, tomábamos fotos de absolutamente todo lo que veíamos y todo nos impresionaba bastante, pero cuando el camión cruzó las montañas tapizadas de pinos yo no pude hablar más, me olvidé de las personas que venían conmigo y no las recordé sino hasta que una de las compañeras me sacó de mi trance justo a tiempo para limpiarme las lágrimas de los ojos y centrarme un poco para que no se me quebrara la voz al hablar… nunca me había sentido tan abrumado en mi vida por tanta belleza, ni siquiera las fotografías o videos que pueda mostrar me ayudan a describirle a mi gente el paisaje que tenía frente a mí (y mucho menos la sensación que me generaba; tan fuerte que, cuando he tratado de platicarla, todavía consigue quebrar mi voz). Era un verdadero mar de pinos, hasta donde llegaba la vista, las montañas se fundían con el cielo a lo lejos, no había un solo espacio en el verde de las montañas en el que pudieras apreciar el color de la tierra, el suelo estaba alfombrado con cultivos de arroz por kilómetros entre casa y casa, ocasionalmente se apreciaba un pequeño bosque de bambúes que adornaba las orillas de las montañas y podías escuchar todo el tiempo el canto de cigarras mezclado con el viento. Cuando la gente me habla de sus cielos religiosos, no puedo evitar traer a mi mente estas imágenes.


El templo local de Awaga sería nuestra casa mientras estuviéramos por allá, una casa tradicional japonesa, construida casi en su totalidad con madera, con suelo de tatami (pequeñas varitas de bambú entretejidas que obviamente no son tan poco amables con los pies o las rodillas como lo es el suelo de concreto), puertas corredizas de papel, sin sillas para sentarse a comer y sin camas para acostarse a dormir -como usted lo vio en Ranma ½-. Debo decir que nunca había dormido tan a gusto. Para dormir usábamos futones, a la hora de la comida usábamos pequeños tapetes acolchados y comíamos hincados sobre el suelo de tatami, algo que llamó mi atención también es que había dos baños (para hombres y para mujeres), y en el baño de hombres había además de un retrete, un mingitorio, y no sólo eso: como ya se sabe, en Japón es costumbre quitarse los zapatos al entrar a la casa y usar pantuflas dentro de la misma, pues a la entrada del baño había otras pantuflas, pero ahora unas de plástico, que son las que debes usar para no ensuciar las de tela que usas por la casa, pero lo más extraño y lo que más me sorprendió fue que el retrete estuviera conectado a la corriente eléctrica. Descubrí la razón de esto cuando tuve que levantarme al baño en la noche, y ya acostumbrado a la vida en México estaba mentalizado y listo para sentarme sobre el agresivamente helado asiento del baño, y cuando lo hice me llevé la grata sorpresa de notar como estaba cómodamente tibio.
La persona que nos recibió al llegar a la casa de Awaga era una señora a la que todos llamábamos “Okaasan” (mamá). Nunca supe su nombre, pero me di cuenta de que nosotros no éramos los únicos en llamarla así, verdaderamente la gente de ese pueblo se comportaba como una gran familia: había una pareja de ancianos a los que les decíamos “yama no obachan” y “yama no ojiisan”, que respectivamente quiere decir “abuela y abuelo de la montaña”, un par de viejecitos que eran de lo más agradables, cuando se sentaban a platicar con Okaasan y con el líder del grupo yo podía estar escuchándolos por horas sin entender una palabra de lo que decían pero igual riéndome con ellos y disfrutando el tiempo de convivencia sin aburrirme, tenían un aura de verdad cálida y se antojaba en serio charlar con ellos, lástima que la barrera del idioma era un obstáculo. Varias familias asistían al templo con frecuencia y casi siempre llevaban alguna ofrenda, no necesariamente dinero, con ellos. Noté que era común que las casas tuvieran sus hortalizas a un lado o en la parte de atrás, cada familia tenía cultivos de cosas distintas, y ya que obviamente una familia no se puede acabar ella sola treinta sandías, lo que hacen es compartirlas entre todos: cada quien le regala una parte de la cosecha a los demás y así todos tienen un poco de todos, hasta donde me di cuenta, sin dinero de por medio.
Abandonamos el pueblo para ir a otros sitios, pero volvimos allí y, al regreso, el líder del grupo nos comentó que practicaríamos algo llamado home stay: nos quedaríamos durante dos días y una noche cada quien solo en casa de una familia distinta y conviviríamos con ella, y la tarde del segundo día nos reuniríamos todos para la ceremonia de despedida.
A mí me tocó quedarme con la familia Nakano, no recuerdo el nombre de los padres pero los dos niños se llamaban Eri, una niña de siete años, y Keita, un niño de cinco. La llegada con ellos fue chistosa por la situación que vivimos por un momento, siendo mi conocimiento del idioma japonés muy limitado y el de ellos del español prácticamente nulo no teníamos manera de comunicarnos. Ellos tenían un diccionario español-japonés, pero realmente no fue de mucha ayuda, así que para entablar una conversación yo tuve que ingeniármelas con lo muy poco que hablaba de su lengua. Esto resultó ser bastante divertido, al menos los niños se la pasaron bastante bien viendo mis caras de confusión y viendo a sus padres tratando de darse a entender con un mexicano.
La familia era amable en extremo, pese a que eran humildes me hicieron varios regalos y la noche que pasé con ellos invitaron a muchos amigos suyos a darme la bienvenida, durante la comida me preguntaron qué me gustaba comer, yo les dije que mi fruta favorita era la sandía y en la reunión de la noche la señora Nakano llegó con charolas y charolas de sandías partidas que alguno de sus amigos había cosechado, me sentí muy apenado por esto pero nos divertimos mucho prendiendo fuegos artificiales en el patio y comiendo sandía mientras todos platicaban y reían y yo a mi manera medio platicaba con las visitas, todos me interrogaban sobre muchas cosas y creo que respondí más de la mitad de las preguntas… aunque no sé si muy bien, porque todas las respuestas los hacían reír, pero fue parte de lo interesante de la experiencia.
La mañana siguiente fue simplemente bellísima, yo dormí en la sala de la casa, a la derecha de mi cama tenía una puerta de vidrio que daba a la calle directamente y ya que frente a la casa no había otra casa por kilómetros lo único que veía eran campos de cultivo y hasta el fondo podía ver las montañas de Awaga con sus bosques de pinos, era un muy bonito paisaje a cualquier hora, pero a las cinco de la mañana (que no sé por qué me desperté a esa hora, pero lo hice) que me levanté no tenía punto de comparación: los bosques y los campos de cultivo estaban envueltos en nubes, nubes tan densas que no podías ver a través de ellas, yo nunca había visto algo así, y la claridad del cielo con la luz que había a esa hora daba a todo un tono de azul que hacía que la puerta pareciera una pintura, no me imagino una mejor manera de comenzar el día, si así se levantan diario los japoneses de Awaga entiendo por qué siempre parecen ser felices sin importar lo que suceda.
Alrededor de las seis de la mañana llegaron Eri y Keita por mí para llevarme con ellos a lo que parecía ser una biblioteca o algo así, ahí había un instructor y muchos otros niños con él, también me encontré a mis compañeros que se estaban hospedando en otras casas y tuve la oportunidad de platicar con ellos un rato sobre cómo la estaban pasando y demás. El instructor entonces puso música y con ella los niños hacían estiramientos y ejercicios para oxigenarse, mismos que hicimos nosotros también, y al terminar los niños iban con el instructor a que les sellara una especie de calendario. Al terminar regresamos a casa y pasamos el día jugando a la pelota en la calle, atrapando peces en los riachuelos, recorriendo el pueblo y más tarde la señora Nakano nos llevó a un centro comercial a jugar boliche con otros amigos japoneses, pasamos un día muy divertido en verdad.

Cerca de la noche regresamos a la iglesia, hubo una ceremonia muy grande de despedida con comida y bebida a reventar, pasamos un rato muy agradable, agradecimos a todos las atenciones que habían tenido con nosotros y lo bien que nos habían hecho sentir a cada momento. Cuando se hizo más tarde nos despedimos de todos los que ya no veríamos al día siguiente y cada quien se fue a su casa. La siguiente mañana no hubo más que desayunar, preparar nuestras cosas y tomar el camión que nos llevaría al aeropuerto de regreso. No pensé que pudiera considerar seriamente la posibilidad de dejar mis maletas abandonadas y escapar corriendo para evitar subir al avión, pero lo hice por momentos. Luego decidí que quizá sería mejor idea regresar a México y ahorrar para algún día volver a visitar Japón.


Sitio web del autor: http://www.lordterrato.deviantart.com/

Cristalazo | Japón, el porno y el signo

Alan Santacruz



Entre miles de tornillos viven en Japón…
Unos dicen que son fieles al emperador,
otros dicen que son fieles al ordenador.
Fragmento del tema Japón, de Mecano.

Gustavo Adrián Cerati Clark nos legó una visión, una imagen instantánea (casi un Haiku) que describe con suficiencia una práctica erótica imperdible: la cámara hace un zoom anatómico, y desvela el fin del secreto; una visión que muestra lo que hay “Entre tus labios de plata y mi acero inolvidable”. Cerati recicla la misma imagen, una y otra vez, en un loop protagónico, en un primerísimo plano probable entre el maduro Bill Clinton y la escolapia Mónica Lewinsky.
MÁS ALLÁ DE LA SOBREEXPOSICIÓN, DIGNA DE LA VIDEOTECA DEL URÓLOGO O DEL ESTOMATÓLOGO, SE ENTIENDE QUE LO ESTIMULANTE ES LO QUE SE VE. EN CONTRAPARTE, OTRAS EXPRESIONES ESTÉTICAS CENTRAN EL FOCO DE LA ESTIMULACIÓN EN AQUELLO QUE SE OCULTA, SE DIFUMINA, SE SOBREVISTE, O SE MINIMIZA, QUEDANDO SÓLO EN MERA ALUSIÓN SIMBÓLICA.
Japón, imperio nacional hermético y férreo paladín de lo que se oculta, sobreviste, difumina o minimiza, se abrió a occidente de la manera más violenta. Pasadas las ocho y cuarto de la mañana del lunes 6 de agosto de 1945, a quinientos sesenta metros sobre el nivel del suelo, estalló en Hiroshima la primera bomba atómica de las dos que hicieron capitular al imperio. La voz del emperador Hiroito era desconocida para sus súbditos, únicamente los más altos funcionarios la habían escuchado; sin embargo, el 15 de agosto de ese año, aquella sacra voz se develó: la radio difundió el discurso en el que, con horror y pasmo, los nipones todos se enteraban de dos cosas: que su imperio se rendía en la guerra y que su emperador no representaba a dios en la tierra. Japón quedó, entonces, abierto y expuesto ante un occidente que poco comprendía su moral y su estética.
A partir de ahí comienza el desarrollo de lo que se conoce como Japón Moderno. Sin embargo, la occidentalización sufrida luego de la guerra, con la gradual apertura de los medios de comunicación, el sistema semi-parlamentario como forma de gobierno, la producción en serie y en masa, así como la competencia tecnológica, no modificaron el hecho de que los japoneses privilegiaran la sugerencia del hecho sobre el hecho mismo. Roland Barthes, con El imperio de los signos (1970), ensaya esta noción sobre la exposición de los referentes en la semiología nipona a partir del enojoso afán por difuminar y sugerir. El teatro oriental utiliza hombres en los papeles femeninos, acentuando el carácter de la representación simbólica: distinto al mórbido gusto por las vestiducas y los travestis, el actor japonés alude intencionalmente a lo que no es. El porno japonés es otro ejemplo: a pesar de abundar en ataduras con nudos de boy scout para el bondage y explorar los alcances del sado masoquismo, cierta reglamentación sobre la producción audiovisual impide exponer los genitales (tanto en los videos actuados como en los animados, de los cuales dicha nación ha hecho delicia ad nauseam), mostrando una política que en vez de desnudar los alcances de la censura, reviste la condición de sus signos sexuales, como quedó de manifiesto en la edición nipona de El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima.
No sólo eso. En los últimos años, la demografía de Japón se ha modificado: escasea la población infantil. Existe un fenómeno conocido como Shoshika, que puede entenderse como “menos niños”. En este universo de precariedad, el signo de la niña Dolores Haze (personaje cumbre de Nabokov) cobra importancia; acaso por esta condición es que (ateniéndonos a la lógica de la mano invisible que mece la cuna del mercado), reduciendo la oferta aumente la demanda. En virtud de ello, los delicados cuerpos que simbolizan infancia son tan cotizados para las industrias manga y porno en ese país proclive a las féminas de labios y pies diminutos que visten grandes kimonos. Hay ahí, incluso, un término de nuevo cuño que representa la mencionada filia: Lolicon (contracción de Lolita complex), con lo que se alude sin señalar directamente a la vocación por la pedofilia.
Así, entre signos, la imagen que nos legó Cerati (por muy explícita y pedófila que pudiese ser) tendría, al modo japonés con su voyerismo acotado, difuminadas las verticales sonrisas y matizados los tallos de semilla de hombre, planteando que “Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa.”
DAME UN ZOOM; LUZ, CÁMARA Y ACCIÓN.


/Tomado de El Gran Vidrio, número 1.

4.5.11

¡Tú reseña en El Gran Vidrio!

¿Te gustaría aparecer en el siguiente número de El Gran Vidrio? ¡Te invitamos a participar con una reseña para nuestra sección POP!

Bases:
  1. La reseña puede pertenecer a cualquiera de las siguientes categorías: cine, música, moda, diseño gráfico, diseño industrial, diseño de moda, libros, cómics o videojuegos.
  2. La obra reseñada debe, de preferencia, estar al alcance de nuestros lectores: vigente en cartelera, en catálogo actual de editoriales de venta en México, descargable de internet, etcétera.
  3. La reseña debe contener máximo 200 palabras.
  4. La obra debe ser de éste o del año pasado.
  5. Debes adjuntar una imagen a color sobre la obra que tenga una resolución de 300dpi, de mínimo 21 x 24 cm.
Fecha límite de recepción: 1 de junio, 2011.
Las reseñas se recibirán en revistaelgranvidrio@gmail.com

Cristalazo | Padre nuestro

Alan Santacruz

Quizá uno de los más populares personajes de ficción, entre los muchos que representan la figura paterna, sea dios. Yahveh emite complicados códigos de conducta (que, vale anotar, él mismo incumple) y castiga con divertida severidad las faltas de sus hijos terrenales. Zeus, en un tono más relajado, se conforma con regar su semilla dentro de cuanta fémina (sin distingo de diosa o mortal) tenga cabida en su laxo estándar y amplio criterio de dios, para terminar hastiado por las consecuencias de los actos de sus hijos; por las consecuencias de sus propios actos. El padre celestial del rabí carpintero arrojó a éste a manos de los hombres para que lo matáramos a fin de perdonarnos un pecado que no habíamos cometido, inaugurando así el movimiento del teatro de la crueldad (adjudicado después a Antonin Artaud).
Papa was a rolling Stone. Wherever he laid his hat was is home –and when he died?- All he left us was alone. Así se retrató la figura del padre ausente desde la perspectiva de The Tempations: el hombre solo que vaga por la vida y deja en abandono a su progenie para que, al final, los herederos de su simiente cuestionen la huella anémica de la orfandad.
Dreverhaven, padre de Katadreuffe, explora el símbolo del progenitor que (además de ausente) violenta activamente la existencia del hijo. El melodrama negro Karakter, del holandés Mike Van Diem, atina a describir la relación fóbica que puede existir en el lazo sanguíneo de la paternidad.
Hamlet vive un periplo hacia la locura tras seguir la pista de su padre muerto, de cuyo espectro no puede (y, eventualmente, no quiere) escapar. Shakespeare, conocedor de la naturaleza humana, dramatiza sobre los límites de la lucidez, el rencor, la venganza y la responsabilidad de asumir el rol de aquel ausente que aportó semen a fin de hacer posible la existencia del protagonista, quien termina su drama con la amargura del huérfano que sabe; que se sabe.
-Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.- Con tal frase llena de contundencia, inicia la aventura del hijo que intenta cumplir la promesa de encontrar al progenitor buscándolo entre el polvo y el tánatos para terminar rodeado de fantasmas. Rulfo posee la capacidad de situarnos en un mundo en el que, para sondear por la historia paterna, el viajante debería portar una ouija. Es siempre, el padre, ese gran fantasma.
Juan Dahlmann murió por estar condenado a tener, en su línea ascendente paterna, a Johannes Dahlmann: convaleciente y perdido en un pueblo del sur, el nieto empuñó el cuchillo que cifraría su sino; enaltecido y cegado por un curioso deber de alejarse de la biografía que el abuelo paterno padeció en los años criollos de la pampa. Borges, en El sur, prueba que el influjo de la paternidad puebla allende las generaciones.
La música, el cine, el cuento, el teatro, la novela, y en general las expresiones artísticas, han intentado entender y explicar estéticamente el arquetipo del padre. El maestro Juan Villoro (con mejor pericia que la de este fárrago, amablemente leído por usted) aportó en su texto En nombre del padre diversos acercamientos de la literatura al conflicto humano de la paternidad. Este perenne conflicto hace que el drama humano (desde la oscuridad de los tiempos) haya tendido más hacia la tragedia que hacia la comedia. Es trágica y catártica la manera en la que el oscuro sith, Darth Vader, revela al joven Skywalker la íntima ligadura con la que gira la tuerca de esta trama que (guste o no) es referencia obligada en la cultura popular contemporánea y que posiciona a los personajes en una relación polar de fobias y filias: -There’s one thing that Obe Wan never told you: Luke, i am your father-.
MÁS ALLÁ DEL TERRIBLE GUSTO ENTRAÑADO EN ILUSTRAR CON CUALQUIER CLICHÉ; ES POSIBLE COMENTAR QUE LA REALIDAD SIEMPRE SUPERA A LA FICCIÓN.
No es pretensión generalizar, pero sirvan dos perlas: los medios de comunicación en nuestro país surrealista han dado cuenta de casos trágicos en los que se expone la atroz relación del padre y su progenie. Paulette (ya muerta) modificó la agenda pública de la nación gracias a los abyectos empeños de sus padres. Javier Covarrubias logró enfrentar a la camorra del barrio bravo de Tepito contra la policía del Distrito Federal en un intento por ocultar el destino que le prodigó a sus vástagos, fallecidos a causa de sus manos y su locura. ¿Sería posible que lo anterior pueda sublimarse estéticamente para, desde el arte, provocar emociones y reflexiones distintas a la atrocidad de la realidad? ¿Puede el arte representar la tragedia humana ante tal expresión real de lo horrible? ¿Éticamente es deseable la estética necrófila? ¿La necrofilia debe desprenderse de la relación padre-hijo? ¿Cuál es el límite entre arte y apología? ¿Debe ser el artista un resonante de su contexto social? ¿El discurso del arte sobre la paternidad debe ceñirse a la cursilería fútil de la canción Mi querido viejo?
La paternidad es una profesión que, algunas veces, se elige voluntariamente. Tal profesión se acomete sin instructivo ni manuales de operación, sin mayor orientación que la experiencia de haber tenido (o no) un padre. El padre actúa por empatía o repudio al padre que le precedió. Si se graficaran las referencias que, como padres, los hombres poseen de sus padres, se lograrían loquísimos gráficos de fractales. Y esto, ad ovum, impacta en la forma de concebir y ejecutar el arte.
Finalmente, todos tenemos un padre que con acción u omisión ha marcado y, acaso, condicionado nuestra interpretación de la realidad. La expresión artística no puede sustraerse de este fenómeno humano. Tal vez por ello fue que Damien Hirst realizó su plástica In Nomine Patris (In the Name of the Father, 2004-2005) perteneciente a la colección The death of god, en la que el hijo es representado como un cordero desollado, abierto en canal, en pose de crucifixión y emparedado entre cristal y acero; solo y sólo.
Al final, vivimos en falta. Al final, existimos a condición de ser hijos.

/Tomado de El Gran Vidrio, número 0.

Ensayo | El devorador de imágenes

María Isabel Cabrera

So, to punish it, she held
it up to the Looking-glass,
that it might see how sulky it was
Lewis Carroll, Trough the looking-glass

Existe en la ciudad de Guadalajara, en Jalisco, una casa emblemática conocida por los lugareños como Casa de los perros. El curioso nombre de esta casona que cuenta con más de cien años de historia[1], se debe a los peculiares guardianes de piedra que se posan a cada flanco de la fachada de la construcción: dos canes enormes que, inertes, resguardan lo que tienen a sus espaldas. Entre los muchos tesoros que en los buenos tiempos de la finca guardaban estos perros, había un conjunto de tres espejos –uno enorme horizontal en la pared del centro y dos verticales de nada despreciable dimensión en las paredes de los lados- que según dicen, se encontraban en lo que fue la sala principal y que habían mandado traer especialmente de Europa.
Como suele pasar en esta vida, el esplendor de la casa de los perros se vino abajo con el decaimiento de la familia que la edificó. Las últimas herederas que habitaron la residencia se vieron en la necesidad de desplazarse hacia el norte del país, y con ellas trasladaron gran parte de lo que quedaba todavía en la casa. Estas señoritas estaban emparentadas –por algún tipo de vínculo de sangre- con mi bisabuela materna, a quien le pidieron que guardara uno de los espejos laterales, hasta que ellas pudieran requerirlo nuevamente. De esta forma, uno de esos colosales espejos se instaló en la casa de la familia de mi madre, que contaba con un techo suficientemente alto para albergarlo en su interior. Pasado algún tiempo, las dueñas del espejo pidieron que éste las alcanzara, petición a la que accedió mi bisabuela, requiriendo para el efecto que se le enviara el costo del flete que, dada la dimensión y características del presunto paquete, ascendía a una suma que las señoritas no pudieron pagar. Debido a estas peculiares circunstancias, se acordó que mi bisabuela conservara el espejo –que al fin era familia- pagando por él la compensación correspondiente[2]. Quedaron separados los espejos: dos con los perros y el otro lo heredó mi abuela.
Así pues, hay en la casa de mis abuelos tremendo espejo que ocupa prácticamente todo lo ancho y todo lo alto de una de las paredes de la sala. No quisiera especificar sus dimensiones, pues cuando pienso en él me gusta tener la sensación de lo indefinido, de lo que no se puede mesurar; esa sensación que me provocaba de pequeña estar frente a él, en las contadas ocasiones que se nos permitía acceder a ese dominio de la casa, que estaba destinada sólo a los adultos o a las visitas. Pasados los años, cuando lo veo, cuando me veo en él, aún siento lo mismo.
CREO QUE PRÁCTICAMENTE TODOS LOS ESPEJOS PROVOCAN MIEDO, UNOS MÁS, OTROS MENOS, PERO TODOS SON DE ALGUNA MANERA LA MANIFESTACIÓN DE ALGO MÓRBIDO, QUE DEPENDIENDO DE LA LOCACIÓN O DE LA CIRCUNSTANCIA, ADOPTA MOMENTÁNEAMENTE ALGUNA FORMA. EN OCASIONES –Y ESTO ES LO MÁS PERTURBADOR- LA DE NOSOTROS MISMOS.
Evidentemente, no soy la única que así lo piensa. Jamás olvidaré la impresión que sentí cuando, leyendo a Borges, me topé en uno de sus cuentos con la privilegiada referencia a un espejo como algo inquietante. Cuando se vuelve a referir a él, lo hace de la siguiente manera: “Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso” (Borges, 1974, 14). Inmediatamente después se añade al horror que estos monstruos suscitan el hecho de que multiplican la realidad[3]. Este grande de la literatura le había dado en ese momento un adjetivo perfecto a mi muy inferior forma de pensar y sentir los espejos, enriquecida con una idea de voluntad irracional que perfecciona la referencia.
Es a partir de la idea de inquietud que quisiera abordar tres obras de arte en las que el espejo juega un papel principal. La primera de ellas será Las Meninas de Diego de Velázquez, la segunda La reproducción prohibida de René Magritte y finalmente Retrato de Lupe Marín de Diego Rivera. La intención no es hacer un examen simbólico exhaustivo, sino ensayar algunas ideas en torno a la función del espejo en estas obras.
Existen en la historia del arte muchos ejemplos notables en los que interviene un espejo; sin embargo, los tres antes citados cuentan para mí con la peculiar función -como si fueran agentes con voluntad en las piezas- de inquietar tanto al conjunto de la composición como al espectador. Quisiera añadir en este momento que la elección del adjetivo que tomé prestado de Borges no es gratuita: souci [4] es el vocablo francés que utiliza el filósofo Michel Foucault (Foucault, 1984) para aludir a la sensación que se experimenta cuando algo realmente nos importa y nos hacemos cargo de ello. Lo que quisiera poner de manifiesto con esta referencia, es que a través del recurso del espejo, de un espejo que nos inquieta, lo que busca el artista es que nos hagamos cargo de algo que está presente en la obra de arte y que nos alude potentemente, que no podemos ignorar.

El espejo de Las Meninas



Si existe un espejo famoso en el arte, ese tiene que ser el que incluye Velázquez en su cuadro más emblemático. El conjunto de Las Meninas cuenta con una merecidísima popularidad que ha inspirado, en cantidad de artistas y pensadores, trabajos de toda índole. Algunos de estos trabajos están dedicados particularmente a indagar la función del espejo que, al fondo de la estancia representada, nos presenta los rostros de los reyes de España.
Uno de los hechos que con más frecuencia se menciona es que, en un primer momento, uno tiende a confundir al espejo con un cuadro. Parece que lo que tenemos ahí es auténticamente un retrato de los reyes, no el reflejo en el cuadro de los reyes. Esta característica me parece importante: el espejo, con todo y la “claridad” que se supone lo caracteriza, engaña al espectador que despistado observa el lienzo. Velázquez, con su reconocida perspicacia, nos muestra un juego retórico que se presta a la confusión y que se pone a tono con el “espíritu” general de la obra: Las Meninas completa es una farsa[5], un juego de referencias cruzadas que nos obliga a reflexionar en torno al verdadero carácter de lo que contemplamos.
¿Qué es lo que en verdad nos presenta aquí Velázquez? ¡Vaya pregunta! Ha sido planteada tantas veces y ha suscitado repuestas brillantemente ensayadas. No es mi intención transitar aquí esta vereda. Lo que me interesa es hacer hincapié en el enmarañado trazado que el autor nos presenta y del cual el espejo es la metáfora silente.
En Las palabras y las cosas, Michel Foucault atribuye al espejo de Las Meninas la noble misión de ser el único elemento verdaderamente funcional de la representación (Foucault, 1966). Es decir, es el único que está donde debe y que hace lo que se supone debe hacer. Aún más, es él quien nos hace visibles a aquellos que suponemos son el modelo de ese lienzo que, de espaldas al espectador, trabaja el Velázquez del cuadro. Pero si seguimos los argumentos del pensador nos daremos cuenta pronto de cómo esta supuesta funcionalidad del espejo se vuelve un pretexto para hacer confluir sobre un punto fuera de la representación la atención de la representación misma. Extraño movimiento: a través de un ejercicio de entropía, el espejo realiza la tarea del prestidigitador al mostrarnos el revés de la trama. Pero el espejo nos engaña de nuevo pues, haciendo manifiesta esa voluntad que le hemos atribuido, nos muestra en este movimiento la acción en la que consiste el truco.
Sujeto por objeto, espejo por cuadro, el adentro por el afuera, el pintor se vuelve el retratado y el observador se ve a sí mismo observado.
En este ir y venir de categorías cuyo sentido no está aquí determinado, el espejo se muestra como el elemento que escinde la obra. Ahí donde creíamos encontrar un punto seguro para asirnos, encontramos la apertura para entrar al juego que se nos ha propuesto. El espejo inquieta nuestra actitud expectante frente al lienzo y nos arroja dentro del cuadro mismo. La extraña sensación que provoca Las Meninas se vuelve más extrema aún cuando el espejo nos hace concientes de que lo que refleja -en este caso los reyes- podría ser nuestro reflejo: la inquietante función del espejo es hacernos visibles a nosotros mismos. De alguna forma, magistral sin duda, Velásquez ha anticipado a todos los espectadores posibles y no conformándose con eso, nos da la bienvenida, invitándonos a pasar a través de la puerta translúcida del espejo.
Hay momentos, cuando pienso en Las Meninas, en que compadezco profundamente al rey Felipe IV y a su esposa, doña Mariana. Han sido ellos las víctimas circunstanciales de Velázquez, que los encerró en la trampa de su espejo, suspendidos en el no lugar, entre todas las representaciones posibles.

El espejo de La reproducción prohibida



Otro espejo del que trataré es producto de la surrealista imaginación de René Magritte. Siendo el belga un maestro de los artificios de la representación, el espejo no podía faltar entre su colección de referencias pictográficas. De hecho, es un elemento más o menos constante en su obra, y si no propiamente el espejo, al menos sí la función que éste cumple. De cualquier modo, podemos encontrar varios espejos, estrictamente hablando, dentro de sus obras; incluso en una serie de obras en las que encontramos casi el mismo fondo: la repisa sobre una chimenea. Dentro de este grupo, La reproducción prohibida resalta por su singularidad.
Lo que vemos en esta obra es a un hombre[6] que, en primer plano, nos da la espalda. En el siguiente plano, podemos apreciar cómo el reflejo de un espejo nos devuelve la imagen de dicho hombre; pero en vez de ver reflejada la imagen de frente, como sería de esperar dadas las circunstancias tanto del hombre como del espejo, lo que vemos es una vez más la vista trasera del hombre. A esta primera impresión de que el espejo “no funciona”, sobrevienen una serie de conjeturas que amplían nuestra comprensión de la obra.
En primera instancia sospechamos de la realidad del espejo. Seguramente que en más de una ocasión hemos tenido la oportunidad de encontrarnos frente a “falsas ventanas” o “falsas puertas”, estos artilugios que sirven ya sea para disimular un error de construcción, para ampliar la dimensión de una estancia, o con más gracia, para provocarnos un trompe l’oeil. Quizá pudiera ser el caso de este espejo el de no ser un espejo.
Esta conjetura, aunque interesante y muy acorde con La Condición humana de Magritte, debe ser desechada debido a la posición del espejo. Este se encuentra sobre una repisa, posiblemente la de una chimenea por ejemplo, y ése es un buen lugar para un espejo. El sentido común, más allá de su primer tropiezo, nos indica que eso es en efecto un espejo. A esta noción de sentido común se une una apreciación de mayor solidez: el libro que se encuentra sobre la repisa, como el hombre, son elementos que pueden o no pueden estar frente al espejo. El espejo no puede ser un farsante debido a su naturaleza, que es reflejar lo que él mismo no es. El truco no funcionaría más que en muy determinadas circunstancias, que en caso de no verse complementadas, arruinarían la razón de ser de la trampa.
Le daré un respiro al espejo, pero aún no puedo desechar la idea de que esta obra nos presenta un colosal engaño. Por el momento señalaré al siguiente sospechoso: el hombre. Creo que por aquí van mejor encaminados mis pasos, pues tiene la nuca de un mentiroso. Su cabello engominado, el traje de persona formal, una oreja (la izquierda) inusitadamente grande; pareciera que quiere captar qué es lo que se dice de él, enterarse de si alguien sospecha. Claro que el primer elemento acusatorio debería ser que no nos da la cara, sino la espalda… dos veces.
Parece éste un mejor camino. A esta conjetura se añade también las continuas referencias visuales que Magritte hace a la flaqueza de los hombres. Pero para tratar de ir más allá del autor, apropiándome por un momento de lo que veo, quisiera resaltar un tercer elemento que me parece importante, que aparece frente al reflejo de espaldas y que debería estar justo detrás del hombre del primer plano. Me refiero a ese espacio de horizonte, de color indeterminado, que ocupa gran parte del reflejo dado. Si pensamos consecuentemente y asumimos sin más que lo que nos presenta el espejo es lo que tiene enfrente, tendríamos que suponer que eso es algo así como la pared. Sin embargo, nunca una pared había tenido una imagen tan incorpórea, tan difusa.
Quizá hice mal en sospechar de nuestro hombre, quizá su imagen poco confiable se deba a otra cosa; puede que haya algo más en él, algo que parece tensión, como si estuviera inquieto. Recaen nuevamente mis sospechas sobre el espejo, porque ese horizonte que nos presenta frente al hombre reflejado, tiene un dejo como de porvenir. Esta idea me la sugirió Alicia que en su viaje A través del espejo ha demostrado cómo detrás del espejo no sólo hay azogue (Carroll, 1896).
De nuevo en el punto de partida -pero no de la misma manera- encuentro la necesidad de señalar nuevamente al espejo que, al parecer, también nos señala algo. He llegado a la conclusión de que nuestro hombre se encuentra ahí congelado como una estatua, atónito ante la vista de eso que aún siendo él mismo le era totalmente desconocido; y frente a él, su destino.

El espejo del Retrato de Lupe Marín



De los muchos espejos que se pueden apreciar en el arte mexicano, hay uno que me pone triste. Se trata del espejo que, tras la figura imponente de Lupe Marín, nos muestra Diego Rivera en ese retrato de 1938, cuando ya tenían años de estar divorciados. Aunque se ha hablado mucho más del Retrato de Ruth Rivera, en el que también encontramos un espejo, el de su madre me parece más interesante.
Lo primero que salta a mi vista en esta peculiar obra es la situación poco privilegiada del espejo, que se encuentra prácticamente escondido tras Lupe Marín, de la que nos muestra parte de su perfil, visto de atrás. Otra cuestión interesante que demerita el estado del espejo es que éste no está en un lugar que le pertenezca de fijo. De hecho, no tiene siquiera un marco o una moldura que lo engalane, ni se encuentra posado en un sitio que le dé importancia. Este espejo se encuentra desnudo y simplemente posado sobre el suelo, contra la pared. La única ventaja que tiene el espejo si se tiene en cuenta su posición y estado general, es que se encuentra ligeramente inclinado hacia arriba, de manera que parte de su reflejo es el de una ventana por la cual entra la luz, y que corona la pieza.
A Lupe Marín la vemos sentada, de vestido blanco, zapatos aterciopelados, con sendos collares y pulseras; vestida apropiadamente para un retrato. Lo que no es tan usual es la expresión de su rostro, la postura de su cuerpo. Su cabeza, ligeramente echada para atrás, me recuerda a un caballo al momento de recular. Sus ojos entrecerrados sugieren desconfianza; su boca, que deja ver sus dientes blancos, es como una señal de amenaza. Su cuerpo, ligeramente recogido sobre sí mismo mediante el firme abrazo de una rodilla, es la bella imagen de una fortaleza adornada con un candado peculiar: las manos enormes cuyos dedos entrelazados dejan fuera de nuestro alcance lo que protegen. Es la imagen misma de la preocupación, de la inquietud, en el sentido más doloroso de la palabra.
Aquí vuelve a la escena el espejo, que se ha escurrido subrepticiamente, aún a costa de renunciar a esa imagen prominente que le caracteriza, para dejarnos entrever ese dominio que por voluntad de la retratada nos estaba vedado, pero que su diáfana indiscreción nos expone.
El espejo se encuentra en una posición en la que Lupe no tiene dominio y en la que sus precauciones no surten efecto. De esa forma, el reflejo nos ofrece a la vista la perspectiva desprotegida de la dama, ese punto flaco de la barrera que ha levantado frente a ella y por la que podemos escurrirnos sin ser percibidos.
Pero la traición del espejo es doble, pues tanto desarma como expone. No se conforma sólo con frustrar los planes de defensa, sino que arroja a la aludida al campo de batalla. El sutil reflejo del flanco derecho de Lupe, que se nos muestra desde abajo, ha de salir, junto con la luz que se refleja de la ventana, proyectada por la ventana misma. Quizá la traición de este espejo sea el producto del resentimiento, una reacción natural frente a esta mujer engalanada y al hecho de reconocerse él en una posición de tan poca ventaja.
Qué triste es el efecto del espejo en esta tela dónde, a través de su influencia, Lupe Marín se ve a su pesar desposeída de sí misma. ¿Quién puede sustraerse a este efecto engañoso y despiadado cuando, en circunstancias similares, se encuentra frente a un espejo?
*
Las lecturas que he intentado de estas obras ejemplares y que recién expongo, han sido un esfuerzo por demostrar lo inquietantes que pueden ser los espejos[7], cuyo fortísimo efecto te hace exponer las entrañas, a través de su gélido cuerpo. Considero que más allá de las experiencias particulares que podemos tener con ellos, los artistas y sus obras son la sublimación más radical de estos efectos. Me parece que a través de la obra de arte el espanto que los espejos producen llega a potenciarse. De esta manera, nuestra vivencia de un espejo real puede tomar otro cariz. Tal es el caso de mi espejo, que considero es uno entre los peores, ya que como dije, hay de espejos a espejos, cada uno con particulares suertes. El mío exige ahora que me ocupe de él nuevamente:
Sucede que aquel espejo, que fue de la casa de los perros, y que terminó siendo el de la casa donde creció mi madre, ha sufrido también el paso del tiempo. Como si fuera un ser vivo -sospecho a veces que lo es-, se enfermó de una enfermedad común: hongos, pero una variante exclusiva de los espejos, un pathos que se debe a sus entrañas hechas de plata y que como un cáncer iba engullendo paulatinamente su brillante extensión. El convaleciente ya no era capaz de reflejar de manera tan eficaz, cierto, pero la mancha en la imagen que devolvía, y aún devuelve, tiene un efecto no precisamente tranquilizador. Para no dejar morir a la reliquia, mi abuela solicitó los servicios de una profesional “curadora” de espejos. Hizo la especialista descender de su pared al monstruo, lo recostó en una camilla especialmente construida para tal efecto, y durante algunas semanas se dedicó con cuidado y paciencia a matar el hongo, cuyos efectos, aunque irreversibles, pudieron ser minimizados. Debido a la dificultad del proceso, se aprovechó para dar mantenimiento y limpieza general al resto de la pieza. Así, con motivo de una visita a mis abuelos, tuve la ocasión de ver a mi Némesis, recostado, cubierto por varias sábanas blancas, frágil, con su luna en dirección al techo. Viéndolo así sentí una vana seguridad: puesto horizontalmente no daba la impresión de que se me venía encima; las sábanas que lo cubrían parecían censurar su afán por reflejarlo todo; hasta el pequeño adorno que lo corona –un nido con unos pajarillos que debido a esa intervención se descubrió que tenía unos huevos- me pareció peculiarmente simpático, casi risible. El espejo estaba pues humillado.
PERO NO DURÓ MUCHO MI SOSIEGO. TERMINADO EL LARGO PROCESO -QUE PARA LA LARGA VIDA DE ESE ESPEJO QUIZÁ NO REPRESENTA NADA- EL ESPEJO DE LA CASA DE LOS PERROS VOLVIÓ A LEVANTARSE, A OCUPAR EL CUARTO MÁS SOLEMNE DE LA CASA DE MI ABUELA, DONDE ÉL REINA COLGANDO, LIGERAMENTE INCLINADO HACIA EL SUELO. ACALLADO SU MAL Y RESURGIENDO SU BRILLO, ME ESPERA MÁS APABULLANTE QUE NUNCA, PORQUE SABE QUE NO PUEDO ESCAPAR DE SU HECHIZO DE PLATA CADA VEZ QUE PONGO UN PIE EN ESA CASA.
Afortunadamente para mí, existe un problema en el destino próximo del espejo: nadie lo quiere. Mi abuela lo conserva porque es una herencia que se remonta a la historia de su familia y porque la doble altura de la sala lo permite. Sus hijos, sin salas de doble altura o sin el arraigo suficiente a la historia familiar como para hacerse cargo del devorador de imágenes, no lo hospedarán en sus casas. No los culpo. No sé si una donación esté en los planes de mi abuela, pero creo que convendría que el espejo volviera a su antigua casa, que ahora es un museo. Que vuelva con sus perros, quizá esto los tranquilizaría. Debería volver a su pared original, a formar parte nuevamente de esa trinidad monstruosa a la que pertenecía, frente a su igual, para atrapar en su laberinto de imágenes al incauto que por ahí se pare.

/Tomado de El Gran Vidrio, número 0


Fuentes de consulta
  1. Borges, J. L. (1974). Ficciones. Madrid: Alianza.
  2. Carroll, L. (1896). Through the Looking-glass. Hertfordshire: Wordsworth.
  3. Foucault, M. (1966). Las palabras y las cosas. México: Siglo XXI.
  4. Foucault, M. (1984). La historia de la sexualidad III. La inquietud de sí. México: Siglo XXI.
  5. Perez-Rincón, H. (2005) “Iconografía de una celotipia”. Revista de la Universidad de México, 21, 100-104.
  6. Rivera, D. (1989). Catálogo general de obra de caballete. México: INBA-CONACULTA.


[1] La historia de la casa se ve engalanada con –no podía faltar- sus historias de fantasmas. Dicen los que saben que abundan los aparecidos, que los veladores no duran mucho en sus puestos y (esto es lo mejor) que los perros toman vida; algunas noches se los escucha ladrar rabiosos, o aullar entristecidos.
[2] Según consta la boleta de título de propiedad, la cantidad acordada fue de cien pesos oro.
[3] Cfr. “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Para quienes han tenido la fortuna de leer este cuento, no les será ajena la precisión que hace Bioy Casares, compañero de Borges en esta particular ficción, quien recordando la idea, dice “[…] los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”.
[4] Traduce como “inquietud”.
[5] Entiéndase “farsa” en el sentido dramático de la palabra.
[6] El “retratado” es Sir Edward James. Pero no aludiré a ese personaje en particular, porque me parece que la gracia de la obra es el anonimato en el que mantiene al retratado.
[7] Aunque pensándolo bien darse cuenta de eso no requiere esfuerzo alguno, es cosa de lo más evidente, aunque haga falta tratar de entenderlo.